El Estado, la Iglesia, los pueblos y el futuro del laicismo.


Desde hace bastante tiempo estoy convencida de que nuestra sociedad necesita que el laicismo avance a nivel oficial (no entro, evidentemente, en las crerencias individuales). En una sociedad cada vez más plural a nivel cultural, que las religiones (particularmente una) tengan el poder y la influencia que tienen me parece un atraso. Me encantaría que las leyes no tuviesen en cuenta si van a herir la sensibilidad o los intereses de los altos cargos eclesiásticos, que la Iglesia no tuviese la última palabra (y a veces, la única) sobre monumentos y espacios de interés histórico, que no tuviese espacio dentro de los colegios públicos, que su adoctrinamiento no formase parte de los planes de estudios, que no se presionase a los padres para bautizar a sus hijos... En fin, un montón de cosas.

Entiendo, también, que en un país como España esto es muy complicado. En buena parte, por lo timorato de nuestros gobiernos y por la fuerza de la costumbre, pero no solo por eso. Ayer tuve la convicción de que en los espacios rurales el laicismo no va a avanzar mientras la Iglesia tenga tanta importancia como obra social. Os explico.

Ayer tuve que acercarme a la parroquia para pedir un papel. Estaba llena, llenita, de niños pequeños de diversas edades, dispuestos a oír misa antes de que se los llevasen a la piscina. Eran los niños de la escuela de verano parroquial. Esta escuela de verano tiene horario de mañana y tarde, es gratuita (las familias colaboran como pueden, por ejemplo, preparando bocadillos, acompañando a los monitores -todos voluntarios- en las actividades y cosas así) y no hay, en principio, un aforo limitado (en los pueblos tampoco es que sobren los niños): los niños más grandes cuidan de los más pequeños y hay unas cuantas catequistas más mayores controlándolo todo.

También hay una escuela de verano municipal, pero esta es de pago (porque, evidentemente, se paga a los monitores), hay un límite de matrícula y solo tiene horario de mañana. Con esas características, es comprensible que los padres prefieran que sus hijos vayan a la escuela parroquial: tienen a sus hijos entretenidos más tiempo, es más barata y van más niños.

A los niños también les gusta mucho: se pasan el día jugando, haciendo gymkanas, yendo a la piscina y otras muchas actividades, todo ello rodeados de niños y niñas que vienen incluso de pueblos de alrededor. Sí, todos los días tienen que ir a misa, pero aguantan esa media hora con más o menos estoicismo: les compensa.

Los padres, además, están convencidos de que dejan a sus hijos en el mejor sitio posible. "Allí no les van a enseñar nada malo", escuché decir a una madre. Es lo mismo que decía la mía cuando me mandaba a las actividades de la parroquia.

Lo cierto es que tampoco hay mucho más que hacer aquí. Casi todas las formas de ocio tienen que ver o con deportes o con la Iglesia. Yo, que nunca sentí mucha atracción por los deportes, estuve metida en la parroquia de manera activa desde los 6 años hasta los 15, aproximadamente. Catequesis, coro, convivencias, visitas a residencias de ancianos, voluntariados... Para una niña como yo, que se sentía tan rara y tan aislada, la parroquia era importantísima.

Siendo así es comprensible que muchos padres quieran que sus hijos estén metidos en la parroquia, por lo menos, hasta que puedan divertirse solos. Puede que de esos niños, cuando lleguen a adolescentes, muy pocos sigan siendo católicos practicantes, pero la mayoría seguirá vinculado a la Iglesia de una manera más o menos intensa. Y, cuando tengan hijos, no dudarán en bautizarlos bien pronto y seguir los mismos pasos que sus padres siguieron con ellos.

La Iglesia siempre se ha aprovechado de los espacios que el Estado ha abandonado para ganar poder. Durante mucho tiempo, eran los encargados de la educación de los jóvenes (hoy tampoco quieren soltar ese privilegio). Cuidado de enfermos, acción social, atención a menores... Todos esos espacios en los que el Estado relaja sus funciones son tomados, mayoritariamente, por la Iglesia. Y en el mundo rural, hay muchos ámbitos de acción a los que el Estado no llega. Mientras eso siga siendo así, dudo mucho que cambien las cosas y que el laicismo pueda ser una opción real para España.



Comentarios

  1. Nunca lo había visto así (nunca he vivido en un pequeño pueblo como el tuyo)... y claro, eso explica la fuerte inercia que hay :/
    ¡Un abrazo!

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    1. Los pueblos están olvidados en tantos aspectos... También en este.

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  2. Uff. Menudo tema. En los pueblos, y sabes que sé también de lo que hablo, la Iglesia es importantísima. Yo también estuve metida en ella hasta que me marché de allí, porque era lo que había. Hoy por hoy, que me parece que las cosas han cambiado en muchos ámbitos, me descubro pensando cuando voy al pueblo que todo sigue igual que hace treinta años, que los domingos la gente va a misa antes de ir al vermú y nadie se plantea lo segundo sin lo primero. Y que tampoco nadie en mi pueblo se ha pensado si quiere o no bautizar o que hagan la comunión sus hijos. Todo está impuesto por la fuerza de la tradición y la costumbre, que es inmensa en un pueblo y que no tiene nada que ver con las ciudades.

    Besos.

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    1. Y todo lo demás. Es que en mi pueblo casi todas las actividades culturales están relacionadas directa o indirectamente con la Iglesia. Y claro, quedar fuera de la Iglesia supone quedar fuera de muchas cosas. Estar señalado. En mi pueblo se ha "obligado" a una pareja a casarse por la Iglesia. Si no, no se daba la comunión al niño. Y claro, como no quieres que tu hijo sea señalado, pues te casas. Parece que en los pueblos se detiene el tiempo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Yo creo que si vemos a la Iglesia como lo que es, una empresa, se entiende más que esta esté metida en todo para no perder su "poder". Supongo que el hecho de tener a aquellos que manejan las leyes y demás de su parte, hace bastante.
    También es cierto que muchas personas que siguen vinvuladas a la Iglesia de cualquier forma lo hacen más por costumbre/tradición que por una creencia real.
    El tema de las subvenciones y demás es lo único que me fastidia. A ver si la gente espabila un poco.

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    1. Yo lo veo complicadillo, la verdad... Pero oye, habrá que mantener la esperanza...

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