Juego de espejos.

Tengo temporadas de fijaciones extrañas. A veces me da por las flores. Otras, por las estrellas. En ocasiones por los zapatos. O, como ahora, por los espejos. Me parece poderosa la imagen del reflejo, el espejo, el otro yo que me mira. El otro yo que, a veces, parece independiente de mí, como con vida y personalidad propia.  Ese yo tan peligroso.

Porque la identidad descansa, en buena parte, en la mirada. Propia o ajena. Porque nosotros nos sabemos, nos sentimos, tenemos una imagen de nosotros mismos más o menos definida, pero hasta cierto punto, clara. Y sin embargo, ciertas miradas nos emborronan y dudamos de nosotros mismos. A veces esa mirada es la nuestra y ese instrumento de tortura, el espejo.

Pero hay personas que son espejo. Personas en las que nos hemos visto reflejadas con claridad y que de repente nos devuelven una imagen distorsionada. Y es confuso y hasta doloroso. A veces se nos olvida que los espejos se rompen. Sobre todo, cuando perdemos la referencia.

Y también hay espejos cóncavos y convexos que deforman la imagen. Y creo que esa es la metáfora más acertada: la de una sala de espejos frente a los que pasamos que nos devuelven distintas imágenes, ninguna fiel del todo. Y a veces acabamos por creernos la que más nos duele.

No sé. En eso es lo que estoy pensando últimamente.


Comentarios

  1. Curiosa metáfora. Qué cosas más raras piensas, Bettie... jajaja.
    A mí los espejos, la verdad, no me gustan nada y los uso muy poco. Pero creo que debería usarlos más y así no me pasaría eso de salir de casa con el vestido del revés y cosas por el estilo.
    Cuando era adolescente, mis padres hicieron un armario empotrado en mi habitación, con puertas correderas. Las puertas eran espejos, de arriba abajo. Imagínate. La envidia de todas mis amigas, que cuando venían a casa flipaban. Supongo que me acostumbré tanto a ellos que ni los miraba, abría el armario sin percatarme en la imagen reflejada.
    Prácticamente no uso espejos. Hace años, cuando empecé a usar lentillas, sí tenía uno pequeño siempre a mano, pero hace muchos años que me las pongo sin mirar. No suelo maquillarme, así que tampoco me miro mucho. Y tampoco me suelo peinar, así que salgo a lo loco... jajaja.
    Y siempre pienso que los espejos dan una imagen distorsionada. Cuando me veo en una foto y llevo (más bien llevaba, cuando lo tenía largo) el pelo hacia un lado, es al revés de lo que yo había visto en el espejo, así que no me gusta.
    Y nada, que para no haber pensado nunca en espejos, vaya perorata te he soltado.
    Feliz viernes

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    1. Es que soy rara, Rosa, qué quieres que le haga. Pero, ¿ves? Aunque no lo hayas pensado demasiado, es una metáfora potente :P jaja

      ¡Besos!

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  2. Una metáfora muy llamativa.
    Un beso, guapa :)

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  3. hola! somos nuevas y nos gusta mucho tu blog y tus lecturas, entradas como esta son una preciosidad! te seguimos, saludosbuhos!

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    1. Gracias bonitas :D Bienvenidas y muchasuerte con vuestro blog :D

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