Granada

Ya. Ya puedo tacharlo de la lista. Bueno, a decir verdad, puedo tachar de la lista varias cosas, algunas ni siquiera imaginaba que las haría nunca.

Ya he estado en Granada, de todas todas.

Sí, ya he estado en Granada. Ya recorrí sus calles llenas de poesía. Ya busqué los restos de versos por los rincones. Ya estuve en uno de los muchos lugares donde ocurría la magia. Allí donde recitó Alberti, donde Luis García Montero se reunía con sus amigos artistas y poetas. Allí estuve, tomándome una cerveza. Y, como apareció la ocasión, acabé recitando un par de poemas, sí. La primera vez que recito en público y ha sido en La Tertulia. Una no puede tener un estreno mejor.

Sí, he estado en Granada, he recorrido los jardines y corredores por los que paseaban los sultanes y he soñado con casas con muros labrados y ventanas a ras de suelo, desde las que ver el paisaje sentada, con fuentes como espejos, con explosiones de colores, con rincones en los que susurrarse secretos y palabras de amor sin que nadie más las escuche. Sí, he estado en la Alhambra.

Y sí, he recorrido las calles que otros tantos han pisado antes. He mirado a la Alhambra de lejos, la nieve en Sierra Nevada. He escuchado el latir de Granada (gentío y música), la he saboreado (rincón donde se encuentran más caminos de los que imaginamos, cada uno con sus especias). He buscado los pasos perdidos del poeta, lo de antes del fin de esa coreografía acabada a destiempo. Y lo he llorado frente a su casa, imaginándolo al sol de Granada mientras pensaba versos. Sí, he estado en el número 6 de la Huerta de San Vicente, en la casa de la familia de Lorca.

Ha sido un viaje inolvidable, y de él me vuelvo con el corazón lleno de poesía y  momentos felices, de esos por los que vivimos.

No puedo pedir más.