Conjuro cotidiano.

Me gusta el desorden
que organizas cuando me amas.
Adoro encontrar nuestras ropas
en el suelo, barajadas.

¡Qué alegría ver la cama
tan deshecha!
Las sábanas arrugadas,
retorcidas sin vergüenza.

Aprisa vuelvo a colocarlo todo,
a ordenar la ropa,
a hacer la cama
poniendo sábanas nuevas.

Solo un fin tiene el conjuro:
que vengas y me revuelvas.



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