Cambiar la música.



Sigo con el reto. Maribel me dejó esta imagen. A ver qué sale.



***

"La vida sin música sería un error", algo así había dicho algún tipo pirado de esos que nombraba el profesor de Valores en clase. Para ella había sido todo lo contrario: el error había estado en acercarse a la música. O a esa música. O, más bien, al Conservatorio. Había quedado con un chico del barrio, ya daba igual cual, en un parque cercano al Conservatorio, a saber por qué. Ella suponía que quería impresionarla sacándola de las calles familiares mil veces recorridas. 

Mientras el galán intentaba seducirla con torpeza, el sonido de un instrumento musical llegó a sus oídos. Distraída, recorrió sus alrededores con la vista y lo encontró. Era un chaval de su edad, más o menos, que repasaba unas partituras con la viola. Ella no sabía nada de música clásica, de violines, violas y otros instrumentos de cuerda (le iba más la música electrónica y el reguetón), pero había algo en él que no le dejaba apartar los ojos. Debía de ser pasión.

Ni qué decir tiene que, finalmente, el galán no consiguió su objetivo: lo dejó por imposible. Unos días más tarde, cuando ella le dijo que no estaba interesada, él fue predicando por ahí que era una estrecha y un muermo, y que tampoco estaba tan buena, que ni siquiera le gustaba. A ella no le importó demasiado: ya llegaría el momento en el que se cruzaran a solas y entonces ajustaría cuentas. Mientras tanto tenía cosas más importantes que hacer, como acudir cada tarde al parque, esperando que el músico desconocido esté repasando antes de entrar a clase, y esperar que, en medio de alguna de esas interpretaciones, le entre la valentía necesaria para hablar con él. 


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