Dos mujeres.

Camina con paso firme, subida en unos tacones que utiliza solo en ocasiones como esta, cuando quiere hacerse notar. Lleva un vestido largo estampado con grandes flores que compró en su último viaje. Oculta sus ojos tras unas enormes gafas de sol, pero todos saben que es ella: la conocen, la han visto crecer. Sonríe, sin motivo pero con ganas, con una sonrisa pintada de rojo geranio. 

La paran, la saludan, cómo te va, qué tal por el sur. Bien, bien, muy bien, con calor, responde. Avanza. Se encuentra con una compañera del colegio empujando un carrito de bebé. Qué guapo, dice, de quién es, pregunta. Mío, le responden. Se siente un poco culpable por no haberse enterado, pero está lejos, viviendo otra vida, siendo otra persona, no puede enterarse de todo, en realidad no le interesa. Le da la enhorabuena por el niño, es precioso, le dice, y verdaderamente lo es. No pregunta el nombre ni nada, solo le da la enhorabuena de nuevo antes de avanzar. Se le tuerce un poco la sonrisa. 

***

Acaba de montar el carrito de paseo mientras su madre baja las escaleras con el niño. Lo sube, lo ata, le pone el sombrero y le da su juguete favorito. El niño sonríe y ella, no puede evitarlo, también. Le dice dulzuras mientras comprueba que no se ha dejado nada importante y, cuando ha terminado, comienza a empujar el carrito hacia el mercado. Lo mira y cae de nuevo en la cuenta: es madre. Las noches de insomnio, los sustos, las nuevas obligaciones no le dejan ser tan consciente como querría del milagro. Cada pocos pasos alguna mujer la hace detenerse para echar un ojo dentro del carrito. El niño patalea y ríe divertido, como si le encantase ser el protagonista. Levanta la vista y la ve, primero sin reconocerla. Se detiene a su lado. 

La saluda, qué tal, cuánto tiempo, cómo estás. Bien, contesta. Qué niño tan guapo, de quién es, pregunta. Mío, responde, y piensa que no es posible que no se haya enterado, que lo está diciendo para hacerle rabiar, pero al mismo tiempo es capaz de notar su desconcierto. Se despide, intenta no mirarla a la cara para no ver, para no imaginar. Mira al niño. Vuelve a sonreír. Pero menos. 


***


No podemos ser las dos mujeres, pero yo, a veces, quiero. A lo mejor no es tan drástico como que estemos condenadas a ser una, a dejar cosas fuera, a priorizar, pero a mí me parece bastante inevitable. 

Cuando vuelvo al pueblo esas dos mujeres chocan. Se encuentran dos modelos de mujer. La mujer independiente, que se ha priorizado a sí misma, sus estudios, su carrera. Que ha intentado -sigue intentando- ser feliz sin conformarse con bienestares light aunque eso le haya supuesto, en muchas ocasiones, ser el bicho raro y saberse una extraña entre los suyos. Y, por otra parte, la mujer que sí, trabaja y lucha para salir adelante, pero que sabe que la meta de su vida es conocerlo, casarse con él (o no) y tener hijos a los que dedicarse por completo. En fin, que se encuentran el modelo de mujer que he decidido ser (que intento ser) y el modelo de mujer en el que me han educado, el que me han dicho que debería escoger. 

Y no debería pasar nada, supongo. A mí me gusta el rol que he escogido, precisamente por eso lo he escogido. Cuando he tenido que priorizar lo he tenido claro. He querido estudiar, salir del pueblo, ver otras cosas y, cuando he sentido que algo me lastraba las alas, he soltado lastre aunque me haya quedado sin casi nada. Pero cuando vuelvo aquí me siento tan extraña... Y no puedo evitar peguntarme cómo habría sido mi vida si hubiese tomado otras decisiones. Y, entonces, me pongo un poco melancólica.

Se me pasará. Siempre lo hace. 

Comentarios

  1. Las mujeres independientes también tienen hijos, no hay una sola forma, yo creo que eso es lo que añoras...Quizá ahora estés negativa, pero todo llega, aunque no sea de la manera en la que te han educado. Quizá desde la otra perspectiva lo vean de la misma forma que tú, con la frustración de la pérdida del camino que no se escogió, el que tú si escogiste.

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    1. Lo sé, lo sé. Pero veo a mis amigas, de mi edad, todas con niños, algunas ya con niños grandecitos, y bueno, nunca sabré cómo habría sido tomar unas decisiones diferentes.

      Y sí, eso pretendía mostrar en el relato. Parece que nunca lo hacemos bien del todo. Supongo que todas nos preguntamos a veces cómo habría sido hacer lo que no hicimos.

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  2. Pues sí, esa idea que transmites creo que nos pasa a todos: aún estando contentos y sabiendo que elegimos el camino correcto, siempre estará el "y sí..." de haber cogido otra opción. Por desgracia sólo tenemos una vida :( Cómo molaría poder experimentar con vidas alternativas a la vez XD
    ¡Un abrazo!

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    1. la verdad es que estaría muy bien ¿Cómo sería mi vida si hubiese estudiado peluquería en lugar de ir a la universidad? Nunca lo sabré...

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  3. Esto es un poco como la películas Las vidas posibles de Mr. Nobody... Y quién dice hijos, dice si hubiera escogido otro trabajo, otro piso, otra pareja... La vida es eso, escoger -y renunciar- y tener que seguir desconociendo que hubiera sido si...

    Ánimo, que estos momentos de dudas los tenemos todxs. Creo ;)

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    1. Gracias. No es solo por los hijos. Es por el tipo de vida. Pero bueno, como digo, pasará.

      Venir aquí no me sienta muy bien XD

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  4. La vida siempre está llena de "y si...", pero creo que no hay que hacerles el más mínimo caso. Sólo hay que pensar "hoy soy...", "hoy estoy...", "hoy voy..."

    Además, seguro que la vida que nos parece idílica en otras personas, no lo sería para nosotros; y viceversa.

    Tú has escogido tu camino y, lo más importante, has tenido la suerte de poder escogerlo. Y tampoco te está yendo tan mal ¿no?. El resto de tu vida se basará en elecciones de todo tipo y no puedes dejarte influenciar por los "y si..."

    Ya ves, qué rollo tengo hoy...XD

    Besos

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    1. Te veo súper zen, sí, sí, sí :P jajaja Desde luego. Qué bonitos son esos zapatos hasta que te los pones y notas dónde te aprietan...

      En fin, que ando tonta, ya lo sabes. ¡Besos!

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  5. A mi eso me ocurre a veces cuando me comparo con otra gente de mi edad... y es que los 30 son unos años en los que algunas tienen varios hijos, otras vienen del botellón de ayer, unos viajan, otros trabajan, y cada cual lleva el ritmo que quiere o que puede.
    Eso, en mi caso, me hace a veces replantearme si mi camino es el que quiero, si me dejo llevar sin querer, si preferiría ser otra... aunque remueve y no siempre es agradable, creo que en el fondo es más bueno que malo eso de comprobar qué es lo que quieres y si lo vas consiguiendo o no.
    Besitos!

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    1. Ya ves. Eso mismo me pasa a mí. Cuando me paro a pensarlo, después de un rato, me digo que no querría haber tomado otra decisión. Pero bueno, el "y si" siempre queda...

      Besos!

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