Retratos a tiza (III)

Ellos dos son, académicamente hablando, mis mejores estudiantes. Los mejores de su curso, seguro. Pero son tan diferentes... 

Ella tiene 15 años y es perfecta. Como estudiante, desde luego. No pude evitar quedarme con la boca abierta cuando vi que tomaba apuntes. Todavía me sorprende encontrar en sus trabajos y exámenes citas mías, y no solamente fragmentos aprendidos de memoria del libro. Siempre plantea problemas, siempre aporta ejemplos, siempre pregunta dudas. Y me encanta, porque piensa mucho y bien. Veo en sus ojos una chispa... No, no una chispa, sino un fuego. Sí, veo en sus ojos un fuego de curiosidad y ganas de descubrir que la consume y me enamoro.

Pero, además, es que hace deporte, toca un instrumento (muy bien) y es una persona genial. Sus compañeros la adoran y ella está siempre dispuesta a ayudar. Es amable, buena y generosa. De diez en todos los sentidos.

Y, sin embargo, la siento insegura. Camina un poco inclinada, como apocopada, y habla bajito, como si temiese molestar. Todavía no sabe, creo, lo maravillosa que es. Todavía no sabe que es una de esas alumnas personas inolvidables. Confío en que, con el tiempo, lo aprenderá. Porque es muy buena. Mucho.

Pero disfruta en clase. Y eso a mí me hace inmensamente feliz.







Él, en cambio, es muy, muy distinto a ella. Sí, es muy inteligente y muy trabajador, y saca tan buenas notas como ella. Sin embargo, vive el día a día en clase de manera muy diferente. Él no está tan pendiente de aprender como de sacar la mejor nota de su curso (y de superarla a ella, si es posible). Acribilla a los profesores a preguntas que llegan a un extremo casi maniático. Yo le respondo siempre y, en la respuesta, le deslizo una píldora: intento tranquilizarlo, calmarlo. No suele funcionar, pero yo no me quedo tranquila si no lo hago. Me da pena que viva cada día con tanto estrés, con tanta presión, con tanto nerviosismo.

Él, a diferencia de ella, no es demasiado querido entre sus compañeros. Ha sido objeto de burlas, de bromas, de risas. Pude verlo el primer día de clase, cuando pregunté las aficiones y él calló. Sus compañeros se rieron de su religiosidad. Y me dieron la oportunidad perfecta para poner a todo el mundo en su sitio. Es triste. Tiene 15 años, como ella, y como casi todos los chavales de su edad quiere formar parte del grupo de sus iguales, sentirse acogido y aceptado. Lo intenta. A veces intenta entrar en el juego, pero no funciona. Sus compañeros lo toleran, se relacionan con él dentro de los límites de lo estrictamente académico (y eso que las cosas han ido mejorando durante el curso), pero ni él se siente parte de ellos ni a ellos les interesa que lo sea.

Río revuelto, ganancia de pescadores, dicen. Hay quien ya ha encontrado el plan perfecto para él, sin tener demasiado en cuenta qué puede querer él, si es que puede tener claro algo tan importante a tan corta edad. Y yo tengo miedo por él, porque acabará aceptando la decisión de aquellos que no lo han juzgado y lo han hecho sentir acogido, sin plantearse siquiera si es lo que él quiere hacer.

Cuando pienso en él dentro de veinte años me lo imagino vestido de traje, con el pelo perfectamente peinado y dando clase de historia, quizá en una universidad. ¡No sabéis cuantísimo sabe de historia y lo que disfruta hablando de ella! Pero claro, esa es la imagen que yo me hago de él. Diferente a la que otros se han hecho de él. Y seguramente ambas distintas a la que él deba hacerse de sí mismo, si es que se la hace.



Ambos tienen el futuro en sus manos, podrían ser lo que quisiesen, pero ese futuro todavía está envuelto en la bruma. Ella, a quien todo se le da bien, no sabe qué escoger. Él, por quien ya han tomado una decisión, se resiste a admitir que va a aceptarla, pero lo hará, porque no se ha sentido nunca cómodo en ninguna otra parte.



A veces los miro y me pregunto si acertarán o se equivocarán. Si es que es posible acertar o equivocarse en estas cosas, claro. A veces los miro y me veo en ellos, en parte de ellos. Nunca fui tan perfecta como ella, ni tan dócil como él, pero sí hubo una época en que, como ella, no sabía qué hacer, ni cuanto valía y, como él, me sentía fuera de lugar en cualquier parte.  Después, cuando se marchan, cierro los ojos y murmuro una plegaria: "Por favor, por favor, que tengan suerte".



Comentarios

  1. Que lastima lo del muchacho :(

    Y sí, por favor, por favor, por favor, que tengan suerte.

    Muchos besitos.

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  2. Cómo me gustan estos retratos a tiza...
    Y siento curiosidad... a veces, pensando como profesora, cuando piensas en tus alumnos, ¿no te preguntas si tú le has dejado alguna huella también a algún profesor?
    Quiero decir que, muchas veces, los alumnos recuerdan a algún profesor, pero los profesores ¿no recordarán también a algún alumno de algún modo especial?
    Yo sí me lo pregunto. Y te contaré algo: Hace tres o cuatro años tuve la oportunidad de volver a juntarme con algunos compañeros del colegio y algunos profesores. Organizamos una cena. Sólo vinieron cuatro o cinco profes, los que conseguimos localizar (que una ya tiene una edad, y ellos más... jeje). A una de las profesoras la veo asiduamente, porque vive muy cerca de mi trabajo y pasa a menudo a visitarme. Pero del resto, había una profesora a la que yo no reconocí en un primer momento, pero ella se acercó a saludarme y me llamó por mi nombre y apellido. Me dejó impactada, porque hacía más de 25 años que no nos veíamos. Sería más fácil que la reconociese yo a ella que ella a mí, pero ya ves...

    Yo también espero que tus alumnos tengan suerte. Pero estoy segura de que tú, en cierto modo, vas a ayudarles a creer en ellos mismos y a luchar por lo que quieren ser...

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    1. A veces me lo pregunto, pero no sé.

      Ya me queda poca ayuda que prestarles, pocos momentos que compartir con ellos. Y eso me pone tremendamente triste :(

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  3. Como te dije ayer: tienen la suerte de tenerte como profe, y eso es bastante más de lo que muchos pueden decir. No me cabe duda de que los ayudarás en todo lo que esté en tu mano, para que se den cuenta de quiénes son y de todo lo que pueden llegar a conseguir.

    Yo creo que, en cierto modo, todos llevamos en algún rinconcito de nuestro cuerpo un poco de ellos dos, aunque sea en diferentes etapas: queremos ser pero no sabemos ser o qué ser; queremos agradar pero nadie tiene interés en agradarnos; queremos ser y actuar como los demás, pero no somos como los demás y la "manada" se encarga de hacérnoslo saber; no sabemos que sabemos todo lo que sabemos; nos dejamos llevar por quien se supone que sabe lo que es bueno para nosotros; nos da vergüenza ser nosotros mismos y que los demás sepan cómo somos porque no somos, en lo que sea, como los demás. Al final son todo inseguridades, que en el mejor de los casos se nos van con el paso de los años, y en el peor nos acompañan toda la vida, pero qué le vamos a hacer… Vivimos en una sociedad en la que algunos se preocupan más por cómo son los demás que por cómo es uno mismo.

    Yo también espero que tengan suerte, y por lo menos que consigan ser felices en la vida y, sobre todo, con ellos mismos. Es principal y muy por encima del resto.

    Un beso, super profe.

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  4. Ojalá tengan ambos suerte.
    Un abrazo.

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  5. No sé si me encantan tus alumnos o la forma en la que los describes. De todas formas, también les deseo suerte. ^^

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    1. A mí me encantaría que fueses alumna mía para hacerte un retrato de estos :)

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  6. ¿Has pensado en escribirles cuatro notas a tus alumnos para final de curso? Como si fuera una evaluación extra, personal y secreta claro está. No sé, tus retratos son encantadores, y pienso que tener algo así de una persona como tú estoy seguro que les daría a más de unx un buen chute de autoestima.

    Como los anteriores, genial ;)

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    1. Lo he pensado, pero dudo que pueda sacar tiempo para ello. Ya sabes, por lo de la oposición. Me gustaría, pero... >_<

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