Una vaga.

Igual que me quejé, y mucho, mientras estuve en paro, quiero iros contando cómo ha cambiado mi vida ahora que tengo trabajo y lo que he aprendido de la experiencia. Quiero ayudar a toda esa gente que está en paro crónico, si es que puedo. Espero que sí.

Una de las cosas que empiezas a pensar cuando llevas mucho tiempo en paro es que la culpa es tuya. Y se te pueden ocurrir mil y una razones. A lo mejor no te has esforzado bastante en la búsqueda. A lo mejor no tienes el currículo perfecto (lo cual es una putada especialmente grande, porque a mí retocar y modificar mi currículo me agobiaba mucho, muchísimo). A lo mejor no tienes la suficiente seguridad en ti mismx (aunque claro, en ciertas circunstancias, esta se va minando poco a poco o mucho a mucho). A lo mejor no has respondido bien en las entrevistas. A lo mejor no tienes una imagen demasiado profesional. A lo mejor no estás lo bastante delgada (que sí, que he pensado eso, que no me contrataban por gorda). Yo qué sé. Piensas de todo. (Se admiten pensamientos raros que habéis tenido cuando habéis estado mucho tiempo en paro, o que tenéis aún. Lo que pasa es que si aún estáis en paro a lo mejor no os parecen tan raros ni tan absurdos...)

Y luego estaba EL PENSAMIENTO. Algo que he ido tragando desde hace tiempo y que la gente te va deslizando como quien no quiere la cosa: el que no trabaja es porque no quiere. Va, no digáis que no lo habéis oído. Y tú no lo crees, al menos no conscientemente, pero la idea va calando con el tiempo y el desánimo. Y al final una piensa... ¿y si realmente soy una vaga? Hoy reconozco que he pensado muchas veces: "¿Y si estoy estudiando unas oposiciones para tener una excusa para no trabajar?". Así, tal como suena. Como si las oposiciones fuesen un camino de rosas, un pasatiempo maravilloso o algo así. Total, que acabé creyendo que sí, que era una vaga y que nunca, nunca iba a tener trabajo.

Miraba mis experiencias laborales pasadas desde ese prisma, ampliando las que lo corroboraban y quitando importancia a las que no. Por ejemplo, mi punto de referencia era mi experiencia en la hostelería, en un camping. Trabajé allí un mes durante la temporada de verano y lo tuve que dejar porque no aguantaba más. Y cuando digo no aguantaba, es que no aguantaba. Acabé tocadísima psicológicamente. Que algo tendría que ver yo, no digo que no. Probablemente estaba muy verde, era mi primera experiencia en hostelería y entré hasta el fondo, de golpe y en temporada altísima. Lo digo porque muchos compañeros, aunque acababan cansadísimos, lo llevaban más o menos bien. Pero claro, cuando yo llegué y dije dónde me había tocado todos me dijeron: "Prepárate, ahí se funden a tres camareras por verano. La gente no lo aguanta".  Y lo cierto es que no solo el trabajo era duro, sino que en el puesto en el que yo estaba había un ambiente malísimo y yo era la extraña, porque las otras tres eran muy amiguitas. No tenían paciencia, asumían que yo tenía que saber cosas que no sabía y me ridiculizaban. Que sí, que yo la cagaba, pero es que tampoco me ayudaban a mejorar. Pero eso no tenía importancia, claro. Lo que yo recordaba es que no pude. Que era una torpe, una incapaz. 

La hostelería me parece un trabajo muy duro, y creo que los buenos profesionales de la hostelería deben estar hechos de algún material especial. Desde esa experiencia los veo con otros ojos y los valoro aún más de lo que los valoraba.

Tampoco es que haya tenido muchas experiencias más, pero alguna ha habido. De todas ellas sacaba la parte negativa. Trabajé en alguna campaña del campo, vendimiando. Y solo recordaba que no tenía aguante, que me cansaba mucho. ¡Evidentemente! ¡Estaba con el lomo doblao toa la tarde después de pasar la mañana en el instituto! Como para no cansarme. Pero ahora recuerdo que no lo pasaba tan mal. De hecho, me gustaba. Después de los primeros días aprendiendo, temiendo cortarme un dedo con las tijeras, la cosa fue mejorando. Ahora recuerdo que hasta tenía ánimos para cotillear con el resto de la cuadrilla, o para cantar canciones populares del campo. Y recuerdo que cuando volvía a casa y me duchaba me tumbaba en la cama un rato hasta la hora de cenar, muerta de cansancio. Entonces, cuando notaba ese dolor familiar en la espalda, sonreía, satisfecha, por haber aguantado un día de trabajo duro. 

Lo que más he hecho, claro, ha sido dar clases particulares. Eso se me daba bien, me satisfacía y lo hacía con ganas. Pero pensaba: "Bah, es que eso no es trabajo". Hasta ahí caló el veneno. No es que creyese que educar no es un trabajo, sino que ahí, con un solo alumno, pues ya ves. "Cuando tengas que estar con 25, ya veremos...". Llegué a creer que ni siquiera valía para enseñar, y eso que era mi sueño desde niña y que había peleado por él muchos años. Creo que os he hecho partícipes de esas dudas alguna vez, si no recuerdo mal...

¿Y ahora? Bueno, ahora trabajo. No siento la necesidad de dejarlo, ni creo que sea incapaz. Sé que me queda mucho por aprender. Acabo algunos días cansadísima. A veces triste, a veces tocada, es lo que tiene trabajar con personas. Pero me levanto por la mañana con ganas de ir a trabajar y hay algo que inequívocamente muestra que estoy a gusto en mi trabajo: se me pasan las jornadas volando. También, tengo que decirlo, hay momentos en los que sonrío satisfecha. Me siento bien. Trabajar me hace sentirme bien, me ha ayudado a sentirme mejor. No soy una vaga. No es que no quiera trabajar. No es que no valga para trabajar. 

Ni tú tampoco. 

No te lo creas, anda. 


Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo, palabra por palabra.
    Estar mucho tiempo en barbecho mina la autoestima y cualquiera se emparanoia pensando que el que falla es él/ella.
    Pero no. Ánimo a los que estéis esperando... Que un día suena el teléfono.
    Y no, por supuesto que no somos perfectas ni lo sabemos todo de nuestro trabajo, pero no por eso nos vamos a rendir. A aprender día a día y de cada persona que se nos cruce.

    Un besote guardián

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No digo que no haya cosas mejorables, siempre puede uno mejorar. Pero de ahí a lo otro...

      También es cierto que a mí no me funcionaba cuando me lo decían, así que no sé si a la gente en esa situación le funcionará... Pero bueno, merece la pena intentarlo.

      :)

      Eliminar
  2. Cuando una situación mala-indeseable-mierdosa se alarga indefinidamente es muy difícil que al final toda la mierda se te venga encima...

    También son "valles" que tenemos las personas humanas... mucho tiempo en la parte baja, sin "ver el sol", con toda esa "humedad" y "porquería" pues claro, te acaban saliendo hongos y malas hierbas...

    Y si se alarga y se alarga, al final no sabes donde empieza el hongo y terminas tú... Y desvarías, también. Desvarías mucho (se me nota?).

    En fin...


    Al final es como el surf: Si tienes suficiente paciencia al final volverás a cabalgar la ola... Luego la ola te volverá a tirar, y así.


    Te quiero, Cachito <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me parece una metáfora muy poderosa, ¿sabes? Es ahí, en los valles, en las zonas oscuras, en las partes donde tenemos menos confianza, donde todos esos hongos germinan.

      Yo también te quiero, amor :)

      Eliminar
  3. Me has llegado a la patata :P De verdad, siempre lo haces con muchos de los relatos y de las cosas que cuentas, pero en este caso es que me toca de lleno. Y bueno, no veo que hayas trabajado tan poco, yo no consigo ni que me dejen dar clases particulares :( y llevo mucho más tiempo que tú en paro (vamos, que después de una licenciatura y un master no tengo ni 3 meses cotizados) es difícil no caer en esos pensamientos (incluso sin que nadie tenga que decírmelo). Y esto siendo consciente de que el panorama laboral está como está, pero aún así...
    En fin, ya me tocará, como me dice todo el mundo :P
    Un besito guapa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sé que es muy difícil. Al final aunque nadie te lo diga, te lo dices tú. Es así, qué te voy a contar y qué me vas a contar tú a mí. Aunque sepamos que las cosas están como están...

      Sigue intentando mejorar, no digo que no, pero cuando te lleguen esos pensamientos acuérdate de que no todo es tu culpa y de que tú haces lo que puedes :)

      Ánimo, preciosa :*

      Eliminar
  4. Una cosa tengo clara: tú no eres ninguna vaga... eres una luchadora...

    Besotes, profe

    ResponderEliminar
  5. Es muy frustrante buscar trabajo como loco y no encontrar… y lo peor es que todos hemos pasado o pasaremos por ese infierno. Yo no soy de valorar mucho cómo me sienta, aunque esté de pena siempre pienso que podría estar peor (y es cierto) pero al tiempo de quedarme sin trabajo y no encontrar nada me hundí de tal forma que no salía de la cama sino para comer y meterme de nuevo. Y así de perjudicado quedó mi cuerpo de hacer eso; y en ese momento también pensaba que haber engordado de forma desproporcionada me iba a ayudar menos aún a encontrar algo… hasta que cambié el chip y empecé a recuperarme, primero mentalmente y después físicamente; y ahora, que todavía sigo sin encontrar nada, me atreví a coger de nuevo los libros e intentar ampliar el currículum con más cosas, a ver si llenando todo un papel con títulos esos empresarios del infierno se dignan a darme un trabajito. Y aunque no sea un trabajo, y más que ganar dinero esté gastándolo, la sensación de estar haciendo algo en la vida y de sentirte útil es muy gratificante. Las personas autoexigentes, y veo que también eres así, tendemos a infravalorar todo lo referente a nosotros mismos, y somos nuestros críticos más furibundos… ¡y eso es difícil de cambiar!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así somos, sí.

      Una de las claves es sentirse útil, creer que estás invirtiendo en ti y en tu futuro. Pero cuando el futuro esperado no llega también se pierde la fe, no creas.

      Pero bueno, me alegra saber que saliste del bache, que estás mejor y que miras adelante con esperanza. ¡Ánimo! :)

      Eliminar
  6. Me gusta notar esa satisfacción personal porque has llegado a donde quieres. Trabajas y en lo que te gusta.

    Ahora a por la siguiente meta.

    ResponderEliminar
  7. Yo aguanté tres meses en la recepción de un hotel. Perdidísima y aguantando mobbing de mis compañeros. Me largué de un día a otro, porque valoro muchísimo mi salud mental. Al poco tiempo una de mis tías le soltó a mi madre "a tu hija lo que le pasa es que no quiere trabajar" y se quedó tan ancha la muy hdp. Pero yo se que soy una administrativa cojonuda y no tengo porque ser una buena recepcionista, y ahora estoy opositando para ser contable en la administración (mi curro pero bien pagado y sin esclavismo) y soy más feliz que una perdiz. Y a mi tía le pueden ir dando por donde amargan los pepinos... ^__^

    Cuando te leo me veo muy reflejada... la de traumas que te contaría, jajajaja. Un besazo muy anónimo :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El puñetero mobbing.

      Ojalá no tuviésemos traumas. Pero esto es que es así. Yo no sé si siempre lo ha sido, pero en los últimos tiempos parece que tienes que trabajar de lo que sea, por el dinero que sea y en las condiciones que sea. Y si no lo haces, es que no quieres trabajar y eres una puñetera vaga. Pues vaya.

      ¡Un beso!

      Eliminar
  8. Por desgracia, la gente que no está en una mala situación juzga a quien sí lo está. La falta de empatía es brutal, y esa es la clave de todo.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí. Normalmente es gente que no está en tu situación -ni parecida- la que hace esos comentarios.

      Eliminar
  9. Buff...ahí estoy. Eso sí habiendo trabajado unos cuantos años por detrás. Estoy ahí en la baja autoestima, masacrada tras un CERO que aún me duele. En la convicción de que no me estoy esforzando lo más mínimo, porque es verdad, no me lo imagino. Ahora me machaco porque soy incapaz de emprender, de pasar de la idea al hecho, porque no tengo huevos a mojarme, porque estoy en mi zona de confort totalmente inconfortable. Estoy dudando de todo. Y lo que es aún peor, no hago nada, nada por intentar mejorar porque todo, absolutamente todo, me da miedo. Incluso poner un cartel en mi portal para dar clases particulares: ¿y si nadie me llama? ¿Y si me llaman y no sé hacerlo?
    Casi 43 años Bettie, no sabes lo absurdamente ridícula que me siento. Uff..esto ha salido a borbotones, en mi blog ultimamente me cuesta horrores escribir estas cosas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no eres ridícula. Son inseguridades normales, cardenales, restos de los golpes. Es normal, pero hay que sobreponerse, no sé cómo. Lo de las clases particulares, sin embargo, me ha chocado: que no te llamen, puede, pero ¿cómo no vas a saber? ¡Claro que sabes!

      De todas maneras, antes de pasar del pensamiento al hecho es conveniente madurar las cosas. Llegará el momento, lo encontrarás, ya verás.

      ¡Un abrazo fuerte!

      Eliminar
  10. Trabajo a diario con personas que buscan trabajo, algunas de ellas como tú explicas, después de largo tiempo sin poder trabajar, y es una situación muy, muy difícil. El miedo y la baja (o nula) autoestima son enemigos muy grandes con los que luchar.

    Y tus experiencias pasadas no fueron nada fáciles: ¡hostelería y vendimia! ¡Pero si son dos trabajos durísimos! No sirven como referencia, cualquiera no sirve para esos trabajos. Al igual que cualquiera no sirve para cualquier trabajo. Como profe, por ejemplo, son pocos los elegidos. Y como buenos profes como tú, menos aún.

    Así que nada de vaga, llámalo luchadora.

    Y respondiendo a Perri, mucho ánimo, pero, mi consejo, que busque ayuda fuera, de una persona profesional en estos temas. Salirse unx mismx de ese círculo vicioso cuando empieza a tener esos sentimientos es muy complicado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dejemos lo de buena profe entre paréntesis por el momento xD Se hace lo que se puede :P jaja

      La verdad es que tienes razón en lo que le dices a Perri, pero a veces los profesionales no ayudan demasiado, o tal vez sea nuestra negatividad, no sé...

      Eliminar

Publicar un comentario

¡Adelante! Deja tu retal :)

Entradas populares de este blog

Cómo aprobé el nivel Avanzado de la EOI preparándome por mi cuenta.

Tontos-a-las-tres.

Libro: La edad de la ira, de Fernando J. López