La chica de las llaves.

Este relato es, como no, para Rosa, que me ha prestado su nombre "oficioso".


Su postura era de todos menos lo que se dice formal. La cabeza, sobre las palmas de las manos y los codos sobre el mostrador. Le faltaba muy poco para dejarse caer sobre él. Lo peor de todo es que habría dado igual: hacía varias semanas que los clientes eran un fenómeno anecdótico. Las mismas que llevaba ella trabajando en la ferretería. 

Todavía no sabía cómo había conseguido el trabajo, pero lo había hecho: sería la encargada de hacer las llaves. Se sentía orgullosa, pues no era muy común ver a una chica trabajar en una ferretería. Se veía a sí misma como una de esas pioneras que habían luchado por la igualdad de las mujeres. Aunque si la cosa seguía así dejaría de serlo muy pronto. Su jefe estaba arrepintiéndose de haberla contratado. También se había dado cuenta de que el negocio iba cuesta abajo desde que ella estaba allí y no eran meras sospechas: alguno de los clientes habituales le había dicho que no dejaría que una mujer pusiese las manos en sus llaves, que las llaves son cosa de hombres. Seguro que después de aquello le dio un par de codazos y le guiñó un ojo, intentando que se diese cuenta de la metáfora sexual. 

En estos pensamientos se encontraba cuando una tos fingida la sacó de su ensueño. Se levantó rápidamente pero no vio a nadie frente a ella. Bajó la vista hasta encontrar unas manitas cogidas al borde del mostrador y una cabecita que apenas sobresalía, a pesar de que su portador estaba de puntillas. 

-Buenos días, señora. ¿Aquí hacen llaves?

-Sí, a eso nos dedicamos.

-¿Y las hace usted? -preguntó el niño.

"Joder", pensó ella, "sí que empiezan desde pequeños".

-Sí, las hago yo -respondió con la voz cargada de hastío.

-¿Podría hacerme una llave? -preguntó el niño.

-¡Por supuesto! ¿Qué llave quieres que te haga? -respondió feliz ante la perspectiva de hacer su primera copia.

-La llave de la felicidad -contestó el pequeñuelo.

La boca de ella se abrió sin poder contenerse. ¿La llave de la felicidad? Sin duda aquel pequeño había estado escuchando aquel programa de autoayuda que se había puesto de moda: "Lo único que necesitas es encontrar la llave de la felicidad y todas las puertas se abrirán ante ti". Era una manera ñoña de decir que para que se te presenten buenas oportunidades tienes que ser feliz y caminar por la vida con la sonrisa puesta, hasta cuando te pateen el culo. Y si no te va bien, es porque no sonríes con la suficiente fuerza. Pobre criatura.

-¿Y para qué quieres tú esa llave? ¿No eres feliz? -preguntó con ternura.

-Un poco. Pero la quiero para mis papás. Mi papá necesita un trabajo y mi mamá llora a todas horas. Hoy no le he pedido la merienda para que no llore más. Siempre que le pido comida, llora.

Ella tenía preparada una respuesta ingeniosa que había visto en una viñeta: "Para hacer la copia de una llave necesito la original", pero después de aquello no se sintió capaz. Se quedó mirando fijamente al niño sin decir nada.

-No se preocupe si no puede. Ya me han dicho que esa llave no existe en otras seis ferreterías...

Un fogonazo cruzó su mente. 

-¿Quién te ha dicho eso? No es cierto. Es solo que es una llave muy complicada y solo pueden hacerla los mejores artesanos. Por suerte yo soy la mejor de todos. Pero no puedo dártela ahora. ¿Volverás mañana? 

El niño no dijo nada, se limitó a asentir mientras esbozaba una sonrisa imposible. Salió corriendo de la tienda pero se detuvo un instante para mirar atrás, como si temiese que le hubieran tomado el pelo.

Ella pasó la noche con las manos en la masa, intentando conseguir esa llave. Al día siguiente la llevó al trabajo y esperó con inquietud a que, a media tarde, volviese a parecer su primer y único cliente.

-¿La tiene?

-Claro que la tengo. Pero pesa un poco. ¿Crees que podrás con ella?

El pequeño respondió afirmativamente con una seriedad que no pegaba con su rostro infantil. Entonces ella sacó una enorme bandeja de horno y apartó el trapo que la cubría. Ante ellos apareció un enorme pastel de hojaldre con forma de llave. 

-Pero...esto es un pastel...

-Claro. ¿Tú crees que la llave de la felicidad iba a ser una simple llave? Tiene que ser algo que os haga felices. Seguro que a tu mamá y tú papa les hace muy felices compartir este pastel contigo para merendar. 

El niño la miró con recelo y ella añadió.

-Además, así la llevaréis siempre con vosotros. Vayáis donde vayáis, llevaréis un trocito de la llave de la felicidad.

El niño lo pensó un momento. Después preguntó:

-Pero, ¿seguro que funciona? 

-Claro. Además tiene garantía. Te haré una hasta que tu papá encuentre trabajo, ¿qué te parece? 

-Está bien. ¿Cuánto le debo? -dijo, sacando de sus bolsillos dos puñados de céntimos descoloridos.

-Nada. Es parte de la garantía. Cuando tu papá tenga trabajo lo hablamos, ¿trato?

El niño, de nuevo muy serio, extendió la mano sobre el mostrador para estrechársela.

-¡Ah! ¡Toma! Para que pase mejor. Leche de la felicidad. 

La muchacha le tendió una bolsa con una botella de cristal que contenía batido casero de chocolate. Había adornado la botella con un lazo de color rojo. 

***

Al día siguiente faltó al trabajo por la mañana, pues tenía una cita con el médico. Por la tarde, cuando llegó, encontró a su jefe esperándolo en la puerta.

-¡Rosiña! ¿Qué has hecho? -preguntó a bocajarro.

Ella lo miró confusa, sin saber a qué se refería.

-Durante toda la mañana han estado viniendo personas preguntando por la chica de las llaves. Me he ofrecido a atenderles yo, pero no me han dejado. 

Rosa no entendía nada, pero bastaron unos minutos para aclarar la situación. Por la puerta entró un hombre de cabello cano tocado con una gorra, que caminaba encorvado y arrastrando los pies, como si el peso de la vida se le hiciese insoportable.

-A las buenas tardes. ¿Es usted la chica de las llaves?

-Sí, señor, yo soy. ¿En qué puedo ayudarle? 

-Ya me ha ayudado bastante. Vengo a darle las gracias por el pastel que le hizo a mi nieto. No sabe lo que ha significado ese gesto para mi hija y su familia. Yo... hago lo que puedo, ¿sabe? Pero mi pensión se va en el pago de la residencia y... -el anciano sorbió la nariz, aguantándose el llanto- Es bueno saber que hay gente dispuesta a ayudar -dijo sonriendo-. Voy a devolverle el favor. Conozco a muchos viejos como yo que, por desgracia, tienen muy mala memoria. Espero que lo de hacer llaves de la felicidad le deje tiempo para hacer llaves normales, señorita. 

El anciano se despidió tocándose  la visera de la gorra y se marchó. 

Desde ese momento no volvió a ver su puesto de trabajo en peligro. Además, por suerte, solo tuvo que hacer cinco pasteles más para su primer cliente. Al parecer se habían salvado mutuamente.

Hace ya tiempo de eso, pero a Rosiña se la sigue conociendo como "la chica de las llaves" en el barrio y a ella, cada vez que oye su nombre oficioso, vuelve a temblarle el corazón de emoción como el primer día.

***

Este relato es una mezcla de el nombre oficioso de Rosa, que me encantó nada más leerlo, y de una viñeta de Mafalda que leí hace muchos años, en mi libro de Ética del instituto. Espero que os haya gustado, especialmente a Rosa. 


Comentarios

  1. ¡Gracias, Bettie! ¡¡¡Me ha encantado!!!... No dejas de sorprenderme...

    Algunas veces me han preguntado si tengo la llave de la felicidad, pero también me han dicho si le hago la llave de la caja fuerte del Banco de España... jajaja.... Y algún pirado me ha dicho eso de "tú tienes la llave de mi corazón"... Es que las llaves dan mucho juego... jeje

    Me ha parecido una historia preciosa.

    Un besote

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    1. Ya ves si da juego. Y no te han cantado eso de: ¿dónde están las llaves, matarile-rile-rile? xDDDDDD

      Mil besos Rosa. Y gracias por el préstamo :)

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  2. Una llave muy necesaria, que a veces viene, además de en formato pastel, con forma de pequeño relato. Deliciosa también tu llave de la felicidad. Besazo

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  3. Qué bonito... yo creo que, en este mundo de corrupción y sinvergüenzas, existen algunas chicas de las llaves por ahí...
    Un besote!

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    1. Claro que sí, claro que hay gente buena poniendo lo mejor de sí, aunque a veces la vida les dé duro. :)

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  4. Bettie... Mira que yo no soy de llorar... O sí... Bueno, a veces...

    Qué bonito... Gracias por compartirlo :)

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    1. Ay mi Papishota <3

      Me alegro de que te haya gustado, cielo ^^

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  5. Ay nenina,yo tb ando con los ojos empañados limpiándome las gafas...qué bonito escribes hija,sigue,sigue,sigue...gracias por éstos ratitos de felicidad.

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    1. Es que mi carxita es muy sensible :) Me alegro de que te haya gustado linda mía :D Y no hay de qué. Gracias por leer :D

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  6. Precioso, Bettie. Ojalá hubieran más chicas de las llaves :)
    Bsitoo

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  7. Genial. Tierno y bonito. He buscado rápido la viñeta de Mafalda, pues no la conocía. Me ha encantado (la viñeta también, pero tu cuento más).

    Si te lo digo yo, que por poco conocimiento que pongas en el examen, te lo llevas de calle...

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    1. Pues lo de Mafalda son palabras mayores, ¿eh? XD

      Ya digo, si no me sale un tema de los que llevo preparados, les escribo un cuento filosófico a ver si cuela XDDDD

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  8. Tus relatos siempre me dejan una buena sensación.

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  9. Me he quedado con una gran sonrisa en la boca.
    Una historia realmente preciosa, de verdad, es para leerla un montón de veces ♥
    Dejas mucho de ti en todo lo que escribes y cada vez me gustan más los relatos, así que eso significa que también te admiro más a ti :)

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    1. Me alegro de que te haya gustado. No me admires. Solo quiéreme mucho <3 jajaja.

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