Esos locos bajitos.

Ayer ya me encontraba mejor, así que fui a despedirme de mis "jefas" y de lxs pequeñxs. Iba algo nerviosa, ¿sabéis? Pensaba en qué pasaría si no se alegraban de verme, o incluso si no se acordaban de mí. Qué cosas, ¿verdad? En estos pensamientos iba metida mientras subía la cuesta que lleva a la Escuela Infantil cuando una de las profesoras gritó a los pitufos, que estaban en el patio:

-¡Mirad quién viene!



Los pequeños empezaron a arremolinarse en la valla y a gritar mi nombre. "Menos mal", pensé, "¡me recuerdan!". Cuando llegué a ellos una de las maestras me dijo:

- M. me acaba de preguntar por ti.

Si os digo que casi me muero de amor me quedo corta. Cuando entro dentro del patio, M. es el primero en acercarse. Para que os hagáis a la idea, M. es un niño de 2 años, casi 3, delgado, alto para su edad, con la tez pálida, la boca pequeña, los ojos oscuros, enormes y redondos, y unas pestañas que podrían provocar un huracán en Australia. Es tímido, mucho, por eso que venga y se ponga a hablar conmigo así, como si tuviese ganas de verme, me arranca una sonrisa y me emociona. Después de un rato hablando, mirándonos a los ojos -¡todo un logro!-, se pone muy serio y me dice:

- Bettie...¿por qué no te pones tu baby?

Se refería a un baby estampado que utilizaba para protegerme de manchas de pintura, babas, mocos, eventuales vómitos,... Y que era mi uniforme de trabajo.

Le acaricio la cara con ternura y le digo la verdad, porque no se merece que le mienta.

-Es que hoy no vengo a jugar con vosotros...
-¿No? -pregunta, extrañado.
-No -respondo, y le revuelvo un poco el pelo. Y él vuelve a sonreír y no pregunta más.

Después se acercan a mí otros satélites para contarme las novedades de la mañana: cuántos tractores han pasado, si llevaban pala o no, si han pasado las ovejas, que hay una máquina elevadora en la calle y que un señor está trayendo piedras a un descampado. Cosas suyas que consideran interesantes, y que me interesan.  Y una ola de cariño gigante me alcanza y me da un revolcón.

Lo cierto es que si os decía el otro día que he aprendido mucho de las maestras, no he aprendido menos de los niños. A esa edad los niños son...niños, sí. Pero no hay uno igual a otro. Saben cómo son, o más bien lo sienten, y actúan en consecuencia. Son ellos mismos dentro del lavabo, encima de la mesa, tirándose el agua por la cabeza, chupando los rotuladores, comiéndose la plastilina e incluso metiendo la mano en el váter. Y nuestra es la ingrata y triste tarea de decirles que no, que no pueden ser así, tan "ellos", por lo que les pueda pasar. Por su bien... o eso creemos, al menos.

Los niños a estas edades son, todavía, inexpertos. No todos, claro. Algunos ya han aprendido a mentir, a persuadir, a usar el chantaje... Pero no la mayoría. Por eso he pasado muchos momentos de mis prácticas diciéndoles que no pegasen a sus compañeros. Pero es que es la primera manera de relacionarse que tienen, ¡incluso entre amigos! Y ha habido algo que me ha maravillado. La manera de corregirles era separarles y, como normalmente discutían por un juguete, decirle al agresor que le pidiese el juguete al agredido. Cuando el niño lo hacía, casi siempre, recibía el juguete de su compañero. Porque también son generosos. Mucho.

Otro momento lleno de ternura tiene que ver con esto, con su generosidad.  Cuando acaban las clases se hace "recuento" y se ponen en un mural pegatinas de colores según cómo se ha comportado el niño. A los que se han portado bien ese día se les da una gominola. Pues no fue una sola la ocasión, ni dos, ni tres, en las que uno de los pitufos dijo a la profe: "Oye, ¿y Bettie no se ha portado bien, que no le das gominola?". Así, espontáneamente... :)

¿Y esa curiosidad infantil? ¿Esas ganas de aprender y de experimentar? Y de superarse. Uno de los más pequeños, de un año y unos cuantos meses, ha aprendido a subir al tobogán conmigo. La cara de felicidad cuando conseguía superar los tres escalones él solo no tenía precio. Y la mirada que me dedicaba cada vez que conseguía hacerlo solo, tampoco. 

También son cariñosos. M2, otro pequeñujo, me daba unos abrazos que me dejaban tiritando. De hecho tenía su propio ritual: me miraba fijamente desde lejos, hasta que yo establecía contacto visual con él. Entonces, él sonreía y yo abría los brazos, y él se lanzaba sobre mí y me abrazaba fuerte, fuerte. O A., una pitufina que venía andando torpemente cuando yo estaba sentada, echaba su cabecita pelona sobre mi pierna, me miraba con sus enoooormes ojos azules y sonreía. Y luego estaban M. y su hermano, que llegaban abrazados por la mañana, se buscaban para abrazarse en el recreo y se iban abrazados a la hora de salir. ¡Tan lindos!



Tan niños. Tan auténticos.

Y, a pesar de todo, se adivinan en ellos cosas de sus padres. Recuerdo como V., una pequeñaja rubia maravillosa, después de oírme hablar con un niño de su equipación del Real Madrid se acercó y me dijo, con toda contudencia:

- El Madrid es una caca.

Y cuando le pregunté si ella era del mismo equipo que su padre y sus tíos me dijo que sí, poniendo morritos, todo lo seria que pudo ponerse. Y es que, a menudo, los hijos se nos parecen, como dice el gran Serrat.

Paro, porque me eternizaría contando anécdotas. En fin... Qué maravillosos son esos locos bajitos...




Hoy estoy... sonriente
Y estoy escuchando... Esos locos bajitos - Joan Manuel Serrat

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Sabía que a ti te gustaría. Si yo me he emocionado, que tengo el corazón de piedra helada recubierta de hierro... jajajaja

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  2. Una entrada preciosa la de hoy. Esos locos bajitos, con su inocencia, son capaces de que vivamos algunos de los momentos más bellos de nuestra historia. Mi hermana y su pareja, ambos profesores de Infantil, a veces me narran anécdotas muy parecidas a las que hoy nos has contado...y es que son para comérselos !
    Besos !

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    1. Yo no soy muy niñera, ya os lo contaba. Pero es que es casi imposible que no te roben el corazón... :)

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  3. El otro día tuve en la consulta a una pitufilla de 3 añitos (es poco frecuente que operemos niños tan pequeños los cirujanos generales) y me tuve que aguantar las ganas de darle un achuchón... de pronto, saca de su mochilita un fonendo morado de "La doctora Juguetes" o algo así y me lo enseña... ♥♡♥♡♥♡♥♡♥ (y yo le enseñé el mío color turquesa :-P )

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    1. ¿Y no le mordiste la cara? No en plan caníbal, sino en plan ¡te como! xDDD

      Qué cucada. Y qué cuca tú, con tu fonendoscopio turquesa... chiiiica! jajaja :) Muá.

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  4. Preciosa entrada Bettie. Los niños son... especiales. A esa edad no están "contaminados" por las convenciones sociales ni las hipocresías que practicamos los adultos. Son todo impulso, para bien o para mal, para darte un abrazo o enfadarse contigo. En fin... que me ha gustado mucho tu entrada y me alegro que el final del curso chán-chán te haya dejado tan buen sabor de boca ;)

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    1. No te creas, ¿eh? Que hay algunos que conocen y emplean artes más propias de un político que de un niño... No son la mayoría, claro.

      Sí, sí, finalmente y después de todo, me queda buen sabor de boca :)

      Gracias.

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  5. Ohhhh, me ha encantado la entrada, que majos son a esas edades, tan especiales, tan únicos, con sus razonamientos a los que no puedes discutirles, porque tienen razón. Ya veo que has disfrutado mucho!!!! Besitos

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    1. Hay razonamientos indiscutibles porque es que no hablan, emiten sonidos. ¡A ver cómo respondes a eso! Pero es fascinante cómo te miran y balbucean, con toda seriedad, como si estuvieran intentando convencerte de algo. ¿Sabrán que no los entiendes? Jajajaja.

      Son muy bonicos, y sí, lo he pasado muy bien.

      Muá.

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  6. Ai por favor! pero que monosidades *_______*
    Ya te podían contratar para trabajar allí xD
    Tendrás que buscar otro curso parecido para poder volver :P
    Me alegro mucho de que haya ido tan bien la experiencia y la despedida, seguro que no te querías ir ♥

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  7. Jajajaja saben más que los ratones coloraos!!
    Lo que menos me gusta de los niños es cuando los padres intentan vivir a través de ellos y les obligan a tomar decisiones absurdas ya desde pequeños.
    Por lo demás, me encantaría haber tenido esas experiencias que cuentas. Durante el curso llevo un taller de mamás y bebés con una compañera, pero es diferente...
    Lo bonito es ver a los niños tan diferentes unos de otros, tan libres, con tan pocas limitaciones... Y luego cómo se van reconduciendo y en lo que se van convirtiendo con la edad... Me siento super vieja porque los niños con los que empecé en infantil este año van a empezar quinto de primaria!! Y ya he mandado algunas generaciones al instituto =(
    Ay, qué bonita experiencia...

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    1. Jajaja, pero ellos crecen, tú no, no te agobies... :P

      La verdad es que he tenido muchos momentos para enmarcar, sí :)

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