Músicos callejeros.

Voy paseando por una de esas calles que tanto me gustan: una calle antigua que parece encerrar y mantener el verdadero espíritu de una ciudad. Esta es una de mis calles favoritas de Valencia, aunque para la gente pueda no tener nada especial. Se trata de la calle Músico Peydró. En ella hay una pequeña joyería, una tienda donde venden objetos hechos de madera o mimbre, entre ellos, juguetes tradicionales, una paquetería de las de toda la vida, ... Es una calle angosta y estrecha, y parte de la mercancía de las tiendas se despliega fuera de los establecimientos, invadiendo la calzada: ropa, cunas, sillas, cestas, ... 



Me encanta esa calle, sí. Por eso siempre que puedo intento pasar por ella, aunque suponga dar un pequeño rodeo. Llego a ella desde la calle San Vicente y la recorro hacia la Plaza de la Merced, otro lugar que me encantaba: solía estar llena de puestos donde vendían palestinos, monederos, camisetas, lo mismo del Che Guevara que de SKA-P, ... Los hippies, decíamos. "Vamos a los hippies", y paseábamos entre los puestos, a veces comprábamos alguna chuminá y después nos sentábamos en los bancos de piedra, normalmente a beber kalimotxo. Ahora la plaza está vacía, no sé si siempre o solo cuando yo voy. 

La última vez que volví sentí, como siempre, que ese espíritu de ciudad antigua, guardiana de secretos que casi todo el mundo ha olvidado, me abofeteaba: ahí estaba de nuevo ese casco antiguo que tanto me gusta. Pero había algo diferente. A la banda sonora habitual del murmullo de los transeúntes se unía un violín. En un primer momento pensé que el sonido provenía de una grabación que estaban reproduciendo en alguna tienda de los alrededores, pero no podía ser: el sonido llegaba limpio, sin interferencias, directo, erizándome el vello. 

A medida que fui recorriendo la calle la música se hizo más clara y potente. Pude divisar al violinista joven a un lado de la vía, de pie, abrazado a su instrumento como si fuese lo único que le pudiese salvar de un naufragio. Inclinaba la cabeza sobre el violín y tenía los ojos cerrados. Frente a él la funda del instrumento y, en su interior, algunas monedas. No demasiadas, a decir verdad. 

Detuve un momento el mundo. Es una cosa que hago a veces, cuando fijo mi atención en algo: todo lo demás parece acelerarse, pero aquello que despierta mi interés y yo nos quedamos quietos, como ausentes, fuera de los acontecimientos. Entonces vi cómo la gente bajaba y subía la calle sin pararse, sin aminorar el paso siquiera. Parecía que no prestasen atención al espectáculo que allí estaba teniendo lugar. 

Me dio un poco de pena, me entristecí. Era una actuación maravillosa, sensible, magistral. Yo sí aminoré el paso. De hecho, me senté, junto a Jack, en uno de los bancos de piedra de la plaza de la Merced, para poder disfrutar un rato más de la melodía. Y volví por la misma calle, para volver a escucharle. Antes de pasar delante de él, me detuve un momento para buscar algunas monedas, no muchas, pues desgraciadamente... Jack hizo lo mismo y me las dio. Me incliné sobre el estuche del violín y las deposité, intentando no hacer ruido, pues cualquier sonido, salvo el del violín, sobraba en aquel momento. 

Me habría gustado quedarme allí, frente a él, sentada en un escalón o en el mismo suelo, escuchándole, pero me dio vergüenza. No sé por qué. Me alejé, volviendo la cabeza de vez en cuando para volver a mirarle: parecía no moverse. Todo él parecía dormido, salvo sus manos. Quizá para él también se detiene el mundo mientras toca. 

Mientras volvía a las calles principales, al sonido incesante del tráfico, me pregunté cuánto pagaría esa  gente que ni siquiera se detenía por escuchar a aquel hábil violinista en un auditorio, si le aplaudirían o le lanzarían flores. Quizá lo hubiese hecho, lo de estar en un escenario. Detrás de aquella música había, seguramente, años de conservatorio. Probablemente hubiese recibido elogios y aplausos. Pero a veces la vida da un giro y, sin saber cómo, te conviertes en un músico callejero por el que nadie se digna ni a aminorar la marcha. Pasa mucho en estos días.



 
Hoy estoy... ñoña
Y estoy escuchando...Canción para ligar (o para que no me olvides) - Los Planetas

Comentarios

  1. Tocaba BIEN de veras el tipo... yo también sentí vergüenza U.U Siento vergüenza siempre que veo a alguien arrastrado por el suelo, suplicando por unas monedas. Sobretodo si son personas mayores, ya me conoces...

    Y esta vez.

    Esta vez era alguien con TALENTO. Con mucho talento. Y ahí estaba... en la calle. Y sentí vergüenza. Vergüenza de nuestra sociedad, que pasa de largo frente a la belleza, la AUTÉNTICA BELLEZA.

    Y también sentí RABIA. Hace tiempo que la rabia me espera escondida detrás de cada esquina y salta sobre mi cegándome el entendimiento. O quizá despejándolo de cosas superficiales, del miedo... no se...

    NO ES JUSTO.


    U.U


    Te quiero, Peque <3

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    1. Es eso. No sé, nuestras vidas están llenas de rutinas y obligaciones, y, ¡pof! de repente, la belleza. Ahí, al volver una esquina. Y la gente pasando de largo.

      Bueno, supongo que para todos no son bellas las mismas cosas. u.u

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  2. Ay, Bettie... Si supieras la cantidad de músicos que hay por aquí en la calle últimamente...

    Hace un tiempo había un grupo de chicos jovencitos con su guitarra, bajo, contrabajo y un cantante. Divertidísimos. Hacían versiones y la verdad es que tenían bastante público. Supongo que también porque daban un espectáculo XD

    La última vez que nos cruzamos con músicos, eran una pareja de violinistas. Creemos que padre e hijo. No veas cómo tocaban... Era sábado por la mañana, soleada y cerca de una plaza, y afortunadamente bastante gente se había sentado por allí para escucharlos y verlos tocar. Me alegró mucho...

    Sin embargo, a veces no es que acaben tocando en la calle porque no tengan otra cosa. A veces lo hacen simplemente porque sí, porque quieren compartirlo o porque quieren ver si de verdad su música gusta o la gente sólo quiere escuchar un nombre... Recuerdo dos casos así ahora mismo. El más antiguo, el concertino de una de las orquestas sinfónicas de Suecia, el violín solista nada menos... Había venido la orquesta aquí y le dio a éste hombre por ponerse a tocar en una de las calles centrales de compras en la capital. Yo aluciné cuando lo oímos de lejos... Iba con mi hermana y tuvimos que cambiar de dirección, porque teníamos que verlo ¡y escucharlo! Pues tenía sólo unas pocas monedas, pero nos quedamos por allí un buen rato. Supimos que era él, porque mi hermana lo reconoció. Conoció en su momento al pianista y lo había visto con él... No sé lo que costaría el concierto de la Orquesta, pero seguramente nosotras disfrutamos más que los que fueron pagando.

    Y lo otro que recuerdo, un violinista que fue un día a tocar en el metro de Washington. Se puso allí y estuvo tocando durante unos 45 minutos. Se fue con poco más de 30 dólares y sin siquiera un tímido y breve aplauso... Lo curioso de esto es que esa persona era Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, que había tocado piezas de las más complejas con un violín de más de tres millones de dólares dos días después de haber dado un concierto en Boston con todas las entradas vendidas costando de media cien dólares... Fue un experimento del Washington Post, seguro que se puede encontrar el video aún por ahí...

    Yo me alegro de que haya músicos tocando por la calle... En España está muy mal visto, pero en otros países es precisamente algo muy común. No sé por qué en este país tenemos siempre que poner el punto negativo a todo... :(

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    1. Lo de Joshua Bell lo ví. De hecho, lo recordé cuando vi a este chaval. Pensé: "Si esto fuera un experimento, el resultado sería muuuuy triste".

      A mí me parece fenomenal que haya música en la calle, oye. A mí, como caminante, es que me alegran la vida XD Pero me puso triste que nadie pareciese reparar en él, la verdad :( No por que le diesen o no dinero, sino porque no sé... pasaban como si no estuviese allí :S

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  3. Yo también siento vergüenza cuando dejo una moneda en el estuche de algún músico. Supongo que será porque, aparte de que soy muy boba y el sonido del violín me emociona, me da mucha rabia de que alguien que toque así de bien un instrumento, algo que se me hace parecer magia, tenga que pegarse tantas horas en la calle para unos pocos euros.

    Aquí hay una calle en la ciudad, se llama Triana, una calle larguísima y peatonal, y siempre que voy me encuentro a un chico que toca el violín. Creo que le habré dejado como unos 15 euros en total, y eso que no voy mucho, pero la semana pasada fui y le dejé 2€ en el estuche del violín. Me dio pena al ver que la mayoría de monedas eran de 5 o 10 céntimos, porque se que el chico se pega ahí muchísimas horas. Y después de dejarle la moneda a veces lo miro y veo que me sonríe, y otras veces no me atrevo a mirarlo porque, como dije, me emociona el sonido del violín, y soy de lágrima fácil (qué patética jajaja)

    Si un día me caso (que no creo, pero me gusta imaginar que puedo ayudar al chico de alguna manera) le contrataré para que toque el violín. Es muy bueno, y me da mucha pena que la gente ignore tanto talento, pasan sin mirarlo siquiera...

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    1. Jaja, a mí me pasa igual. Yo no miré siquiera, por la vergüenza. Porque no quería echarme a llorar. Y es que el violín bien tocado me emociona muchísimo. Es una de mis debilidades. Me habría encantado aprender a tocarlo... Ains.

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    2. Es el instrumento favorito de mi chico... A mí me gusta mucho también, pero "pelea" con el cello...

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    3. Jajaja, en mi caso pelea también. Pero escuchar un violín y desaparecer el mundo para mí, todo uno xD

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  4. Uf, Bettie.

    Hoy no te digo nada. El tema me toca en muchos sentidos, más de lo que puedas llegar a imaginar.

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    1. Sospecho que sí, que por cómo lo dices no podría llegar a imaginarlo...

      Pues te mando un abrazo grande, ale.

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  5. Por las calles del centro de Sevilla siempre hay alguien tocando (y mucha gente tirada pidiendo, también) unos mejor, otros peor... pero es que a veces hay media orquesta. Con sus atriles, violines, contrabajo y todas sus cosas. Es muy especial pasar por allí y escucharlos.
    Mi prima (10 años de conservatorio) me contó que ésos normalmente eran alumn@s del conservatorio y que hacían eso para las cenas de Navidad o de fin de curso, se sacaban su dinerillo para mariscada!
    Lo que es de vergüenza es que prohibieran tocar en algunos sitios o haya que pedir permiso y pasar pruebas (por tocar en la calle!!). Mucho talento desaprovechado en este país, por desgracia :( es muy triste, sí
    Un bsito

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    1. la música callejera está bastante perseguida, y al final pagan justos por pecadores... u.u' Yo me he encontrado gente que es EVIDENTE que no sabe tocar, pero que se cuelga el acordeon o lo que sea para... no sé por qué. Pero también hay gente que es maravilloso escucharla mientras vas por la calle. En fin.

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  6. A mí me da vergüenza quedarme parada escuchando a los músicos de la calle y hay verdaderos artistas...de hecho una vez hicieron un experimento con un famoso violinista (http://www.taringa.net/posts/noticias/5916218/Un-Violinista-famoso-ignorado-en-el-metro.html) y la gente no se paraba, aunque luego pagaban dinerales por verlo en teatros.
    Yo tengo claro, clarísimo que no se diferenciar entre un violinista bueno y uno excepcional, si el experimento busca saber si somos capaces de eso, yo desde luego no tengo ese talento. Pero si lo que busca es saber si tenemos sensibilidad por la música...pues creo que tampoco es acertado, porque me juego el cuello a que muchas personas, como yo, o como tú, no nos paramos por vergüenza, porque nos sentimos como desnudos, desamparados, ridículos en medio de la calle escuchando. Y, no nos engañemos, porque si te paras a escuchar a alguien, piensas que ese alguien espera que le des una propinilla pero quizá no lleves nada para darle (yo no suelo llevar efectivo, lo justo para el bus) y da palo quedarse allí escuchando y marcharse. ¡Cuantas veces disimulo mirando un escaparate para escuchar al músico! Me pasa lo mismo con las tiendas muy pequeñas, directamente me siento intimidada y no entro en ellas. Ya pueden tener cosas preciosas, que a mi eso de entrar, sentirme observada y luego marcharme...no me gusta, me siento incómoda.

    Quiero decir que la gente no es que pase del músico, ni mucho menos. No miramos con desprecio a quien toca, ni somos menos sensibles a lo que hace...es simplemente que unos no nos atrevemos a parar y por lo general, las personas no tienen tiempo de pararse. De todos modos, si alguno pusiera un cartel: SI TIENE TIEMPO PARESE, NO SE CORTE. DISFRUTE de mi música, con eso me siento pagado. Igual.....

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    1. Pues yo le di dinero y ni aún así me paré xDDDD

      No sé, a lo mejor tienes razón, y el resto de la gente pensaba lo mismo: "Qué bonito, ¿por qué nadie se para?". Puede ser. :)

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  7. Hola, es una pena estamos todos tan "automatizados"...
    A mi niño le encantan los artistas callejeros, principalmente las estatuas vivientes, es tan lindo verlo disfrutando, espero que no pierda esa sensibilidad cuando el tiempo lo apremie, besos.

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  8. Que bonita parece Valencia cuando la describes tú, hay que ver, creo que tendré que aprender a mirar... :)

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    1. Jajaja, no creas, que yo también he tenido mis cosas con Valencia. Pero hay partes que es que me cautivan. Todo el casco antiguo y eso me vuelve loca. Me gusta todo.

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    2. También eso de que, desde la distancia, todo se ve de otra manera. :P

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  9. Aquí músicos callejeros poco pero estatuas vivientes sí que hay algunas, los fines de semana en el centro los encuentras siempre.

    Hace poco me fijé que una de las chicas está embarazada, me tocó tanto la fibra sensible :_)

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    1. jajaja, es normal, en tu estado. Además, no sé, pero yo es que a las embarazadas os veo tan guapas... xD

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