Fantasmas del pasado

Queridxs amigxs, este es el relato que escribí para Geralt. Lo publico porque él me ha dado consentimiento expreso para que lo haga y me ha garantizado que a nadie le va a gustar más que a él :P Lo que leeréis a continuación será muy parecido al relato que él recibió, pero no idéntico. El suyo es único y solo lo tiene él. Yo lo que tengo es el borrador que hice, así que algunas cosas pueden ser ligeramente diferentes. 

Hecho ese aviso, ¡allá vamos!

***

Fantasmas del pasado

No era la primera vez que le hacían aquella pregunta ni sería la última. "¿Por qué escogiste este trabajo?". Como inspector de homicidios se enfrentaba a ella con frecuencia. Tenía ensayada una respuesta cortante y que, aunque no lo pretendía, solía arrancar alguna carcajada nerviosa.

- Porque los muertos siempre son otros.

Sí, así era. Los muertos siempre eran otros, personas desconocidas, irrelevantes para él. Aún cuando se introducía en la vida de las víctimas, desenmarañando los nudos ocultos en su intimidad, se mantenía a años luz de ellas. No permitía que le afectase, aunque lo cierto es que no tenía que esforzarse demasiado. El inspector Contreras era serio, taciturno y poco expresivo. Además parecía no tener debilidades, lo cual le alejaba de sus compañeros: no bebía, no fumaba y nunca, nadie, había tenido que limpiar su mierda. 

Puede decirse que le tenían miedo. No es que él quisiese confraternizar con ellos. En realidad se alegraba de que hubiesen dejado de invitarle a ir al bar al acabar el turno. Le hacía sentir tremendamente incómodo aunque nadie lo notase. Evitaba compartir su tiempo y su espacio con otros en la medida de lo posible. Por eso había acudido solo a la escena del crimen, como siempre.

- No tiene gracia -contestó una agente a su broma, mirándole con desdén. Casi lo prefería a las carcajadas.

Lo cierto es que aquella agente tenía razón: no era gracioso. Entre los otros estaba ella, pero nunca pensó que fuera a encontrar su cadáver. De repente todos los sentimientos que creía no tener subieron desde su estómago en una oleada de vómito y todo se volvió negro.

---*---

Despertó en una habitación desconocida sobre una camilla. Una luz clara le impedía examinar lo que le rodeaba.

- ¿Dónde estoy? - preguntó con la voz rota.

- ¡Doctora! - la voz era femenina y cálida-, se ha despertado.

Cuando la médica se inclinó ante él, sus ojos se habían acostumbrado a la claridad. Su gesto era serio, grave.

- ¿Cómo se encuentra? -preguntó, sin rastro de amabilidad o preocupación.

- Jodido. ¿Qué ha pasado?

- No lo sabemos a ciencia cierta. Podría ser un ataque epiléptico, pero yo me inclino a pensar...

- ¿Un ataque epiléptico? -respondió Contreras, nervioso- Yo no soy epiléptico.

- Y nada indica que lo sea en las pruebas que le hemos hecho, pero los testigos dicen que sufrió convulsiones...

Contreras quedó pensativo. No recordaba nada.

- Entonces, si no es epilepsia...¿cuáles son las otras opciones? -preguntó.

- Si me hubiese dejado explicarme...-replicó la doctora, molesta-. Parece un shock. Quizá por estrés, o cansancio, o por una fuerte impresión...Pero, como decía, no podemos descartar la epilepsia definitvamente, así que tendrá  que quedarse aquí. 

- ¡De ninguna manera! Yo...Yo odio los hospitales, los detesto...

Estaba perdiendo los nervios y, además, parecía débil. Se daba asco a sí mismo, pero no quería pasar un minuto más en el hospital.

- Mire, doctora, yo me encuentro bien. Seguramente haya sido el cansancio, soy policía, ya sabe... Tendré cuidado. Firmaré lo que usted me diga, pero no puedo quedarme aquí.

La médica titubeó. Finalmente respondió con la misma indiferencia que había mostrado hasta el momento.

- Está bien. En cualquier caso no debería quedarse solo. ¿Tiene a alguien que pueda pasar un par de días con usted?

- Sí -mintió-, llamaré a algún compañero.

- Está bien. Adela -dijo, dirigiéndose a la enfermera-, prepárale y acompáñale a información a firmar el alta voluntaria.- Y abandonó la consulta. 

Adela le tomó la tensión antes de decir nada. Entonces, se armó de valor y le abordó:

- Sé que no va a avisar a nadie. Si no quiere preocupar a su familia o amigos, yo acabo mi turno en un par de horas.- Sacó una tarjeta de su bolsillo- Puedo pasar la noche con usted por si hubiera alguna complicación. Le apunto también mi móvil personal, por si... necesita algo, lo que sea -y esbozó una sonrisa cargada de dobles sentidos. 

Él tuvo que esforzarse para devolvérsela y no llegó a conseguirlo: sus labios apenas dibujaron una mueca. 

- Gracias, Adela, lo tendré en cuenta.

Contreras habría jurado que la enfermera se había ruborizado al despedirse. Hacía tiempo que ninguna mujer se fijaba en él, gajes del oficio. No es que fuese desagradable a la vista. Lo cierto es que la edad le había convertido en un hombre mucho más atractivo de lo que había sido nunca. Ahora, cerca de la cuarentena, su semblante sereno y sus ojos profundos le hacían infinitamente más interesante de lo que había sido en su juventud. Ninguna chica reparaba en aquel muchacho desgarbado y tímido... Salvo ella...y ahora estaba muerta, acababa de recordarlo.

Contreras tomó un taxi y pidió que le llevasen al depósito de cadáveres. Era hora punta, así que cerró los ojos y se armó de paciencia mientras sus recuerdos le cubrían hasta casi ahogarle. 

Tenía 19 años cuando conoció a Estela. Ella se acercó a él sin gravedad ni ceremonias y le invitó a una cerveza porque no le gustaba beber sola. Él aceptó, sin palabras, y sin palabras le hizo compañía. Bebieron juntos, en silencio, una cerveza tras otra, No podía parar de mirarla. Estela tenía el cuerpo de una mujer joven, pero la mirada llena de secretos propia de una anciana. Repasó cada curva con sus ojos y la deseó como nunca había deseado. Un pensamiento cruzó su mente fugazmente: "Aunque me muriese después, haría el amor con ella. Merecería la pena". Justo entonces ella apuró el último trago, le llevó a una esquina oculta en la penumbra y le besó. Allí, de pie y contra la pared, Contreras hizo el amor con una mujer por primera vez. Solo después del relámpago que agitó sus cuerpos habló:

- ¿Cómo te llamas? - preguntó Contreras.

- Estela.

- Estela...soy tuyo -dijo sin pensar.

Esa noche cambió su vida. El joven indolente que era murió y entre las piernas de Estela nació un hombre nuevo: temerario, inrresponsable, sin respeto por nada ni nadie salvo aquella mujer de la que prácticamente no sabía nada. 

Sus días pasaban entre las sábanas y sus noches las dedicaban a realizar tropelías sin motivo aparente. Bueno, Contreras sí tenía un motivo: era adicto a la risa de Estela cada vez que rompían alguna norma. Le era tan necesaria como el aire que respiraba. Quizás más. 

Con el tiempo empezó a notar en ella algo extraño. No comía, nunca la había visto dormir, no la había escuchado quejarse y el mundo parecía no poder tocarla: no enfermaba, no tenía cicatrices, ni el frío ni el calor la afectaban... la curiosidad le consumía por dentro, pero cada vez que se disponía a preguntarle, ella se montaba a horcajadas sobre él y le hacía olvidar sus intenciones.

Pasaron algo más de dos años juntos, huyendo de un lado a otro del país, hasta aquella noche de San Juan del 99. Estela se había empeñado en celebrarlo por todo lo alto con una hoguera.

- Pero estamos lejos de la playa - dijo Contreras.

- Eso no importa -dijo-. El fuego es el mismo en todas partes.

Estela sonrió y le miró levantando una ceja, venciendo así todas sus reticencias. Lo que pasó después lo recuerda como una película, como si su voluntad hubiese sido anulada. No entendía por qué no había hecho nada cuando se colaron en una iglesia y Estela le comunicó sus intenciones.

- Vamos a quemarla, a darles un poco de su propia medicina. ¿No dicen que el fuego purifica? Pues ellos necesitan ser purificados más que nadie. 

No recordaba cómo ni dónde se originó el fuego, pero cuando se dio cuenta estaban haciendo el amor sobre el altar mayor, rodeados de los destellos del fuego y las fantasmales sombras que este arrojaba sobre los muros del templo. Entonces perdió el conocimiento.

Despertó en el asiento del copiloto de su coche. Estela conducía, temblaba y las lágrimas dibujaban surcos en su rostro ennegrecido por el humo.

- Es...¿Estela? ¿Dónde vamos? - su voz sonó ajena, distante.

- Me voy. Yo, yo sola -parecía fuera de sí, enloquecida-. Esto... podría haber acabado muy mal para ti. Me he confiado, me he olvidado de tu mortalidad y yo... este juego ha ido muy lejos. Tiene que acabar. No va a pasar nada, no te preocupes. Lo tengo todo bajo control.

- ¿De qué hablas? ¿Qué ha pasado?

- Nada, amor. Nada. Tengo que irme, a mi lado corres peligro. Y no puedo llevarte conmigo, aún no... Quizá algún día...- Estela se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

El coche empezó a acelerar y él miró al frente. La voz de Estela se oía distante, repitiendo una y otra vez:

- No va a pasar nada. 

Despertó en la UVI. Pasó varias semanas en el hospital. Le contaron que había tenido un accidente. Cuando preguntó si había alguien más muerto o herido le respondieron que no.

- Chocó contra un árbol, se durmió al volante. Podría haber sido peor, pero tuvo suerte. Su coche explotó, pero usted había salido despedido.

Al principio pensó que Estela había huido, pero con el tiempo se hizo a la idea de que, probablemente, había muerto, que su cuerpo había ardido o se había desintegrado en la explosión, aunque no se encontraron restos de ninguna otra persona.

Las dudas le atormentaban. No lo admitía, pero esa fue la razón por la que se hizo policía: creía que podría encontrar respuestas, pero no fue así.Hasta hoy. Estela  había sobrevivido, pero no le había buscado. Fue él quien la encontró a ella, aunque demasiado tarde.

- Señor, hemos llegado -dijo el taxista.

Pagó y bajó del taxi. Entró al depósito sin que nadie le preguntase nada. Consultó el registro hasta encontrar el cadáver de Estela. Estaba marcado con la hora de entrada y un código: no habían podido indentificarla. Localizó el compartimento en el que habían depositado su cuerpo y cuando se disponía a abrirlo alguien le tapó los ojos con las manos. El tacto era suave, pero gélido. Una voz familiar susurró en su oído:

- Adivina quién ha venido a por ti...

Entonces lo sintió. Fue como un golpe seco en su espalda, pero no hubo dolor, ni miedo ni violencia. Solo fue consciente de que se moría cuando la sangre comenzó a chorrear, cálida, por su estómago.

***

Agradecimientos y amenazas a Geralt. Esto era un relato solo para él, pero ha tenido la generosidad de permitirme que lo comparta. Así los que no tuvisteis tanta "suerte" como él también podéis tener vuestro momento de tortura :P 

Bueno, ya paro, que menudo tocho de post hoy...Ains XD

Muá.



Hoy estoy... cansada
Y estoy escuchando... Balada del despertador - La fuga

Comentarios

  1. Lo dicho, que muchas, muchas, muchas gracias por el premio. Y no estoy de acuerdo, la generosidad ha sido toda tuya ;)

    Por cierto ¿amenazas? Me he perdido XD

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    1. xDD Por si el relato no les gustaba y eso... xDDDDDD (una broma, claro XD)

      ^^

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  2. Jo, me gusta muchísimo. Me recordó a Riding the bullet, de Stephen King, salvando las distancias claro. Me encanta, creo que me lo voy a copiar en el word para guardarmelo (aunque siempre estará aquí, pero quién sabe xD)

    Felicidades a Geralt porque pedazo de relato, amenazas ninguna porque me encanta jajaja

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    1. xD ¡Pero si es de miedo! (un poco xD) Este que sí es de miedo, vas y no dices nada ¬¬ Serás... jajajajajaja

      Muá.

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    2. Jajajajaja ya, pero si empiezo a leer y veo que tiene intriga ya me imagino que es de miedo y voy más tranquila... pero si dices que es ñoño y de repente se oyen voces, eso sí que me da mal rollo!!!! jajajaja

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  3. Hola, me gustó mucho el relato, vaya regalo! qué honor! gracias por compartirlo, abrazo.

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    1. Jejeje, a ver si más adelante me animo y hago otra cosa para sortear otro relato. :)

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  4. Magnífico, me gustó mucho, mucho, pero muchísimo :)

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    1. Me alegro, guapa, que con las panzadas que te das a leer de tanto en tanto... jajajaja

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  5. OMG *__________* Me encanta! ♥♥♥
    No nos dejes en ascuas, que tienes que escribir más! xD

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