Parábola: Toño, el experto y el burro.

Había una vez un hombre que tenía dos cosas: un burro y un problema. Estas dos cosas podían resumirse en que el hombre tenía un burro problemático, o un problema con su burro, como quiera verse.

Un día, el hombre, desesperado, compartió su problema con los parroquianos de la taberna de su pueblo. 

- No sé qué hacer ya. Este burro mío me va a matar un día. - dijo, resoplando gravemente.

- ¿Pos qué pasa, Toño? - contestó uno de sus vecinos.

-Pos ná. Que no le sale de las narices andar. Y yo acabo baldao, hecho polvo, tira que tira del burro. Y, que no hay manera. Ya no sé qué hacerle. 

Los parroquianos comenzaron a discutir el asunto entre ellos, contando experiencias que habían tenido con sus bestias, intentando sacar algo en claro de todas ellas. Y lo único que sacaron en claro es que el problema no tenía fácil solución. 

Entonces se oyó una voz al fondo. 

- No tenís ni idea. Difícil, difícil... Eso es mucho más fácil de lo que paece.

Era la voz de alguien que no tenía nada que perder y que probablemente jamás en su vida había tirado de un burro. Pero se decía que aquel hombre era dueño de una gran finca, en la que otros tiraban de burros. Y no le iba mal en la vida. Por tanto, pensaron los allí presentes, aquejados de cierto complejo de inferioridad, algo debía de saber.

- ¿Qué harías tú? - preguntó Toño, interesado.

- Mira, si quies que el burro ande, lo que ties que hacer es atarle un nudo corredero al cuello,  atarlo después a un vehículo, y marchar. Ya verás si el burro anda o no anda. Por la cuenta que le trae.

- ¿En serio lo dices? ¿Si hago eso, andará el burro?

- Pos claro.

En la taberna hubo un murmullo, pero fue rápidamente acallado. Como ya he dicho, todos pensaban que aquel hombre debía de saber algo. Hay que saber cosas para ganarse la vida sin ir lleno de polvo, pensaron, y sin tener callos en las manos.  

Toño coincidía con sus vecinos. Aquel hombre tenía que saber mucho, pero que mucho. Así que, aunque en el fondo, a él le parecía una estupidez y una temeridad hacer eso con su burro, que era una de sus principales herramientas de trabajo, se lanzó a ello. Pidió prestado un vehículo  a un vecino y ató una soga al mismo, que acababa en un nudo corredero alrededor del cuello del animal. Se montó en el coche y empezó a tirar. 

Al principio el animal se resistía, pero pronto empezó a caminar. Despacio, eso sí, seguía ejerciendo resistencia. Toño se planteó parar. Pero supuso que, ya que aquello empezaba a dar resultados, no era conveniente dejarlo. Eso era una prueba de que aquel hombre de la taberna tenía razón. Así que siguió su marcha. 

Un rato más tarde empezó a inquietarse. Aquella resistencia no solo no desapareció, sino que aumentó. Decidió parar a un lado del camino y ver cómo iba su animal. Lo vio caer al suelo y cuando se acercó, vio que sangraba y que no podía respirar. Ante sus ojos, el animal murió. 

Loco de rabia, Toño se fue a la taberna a buscar a aquel señorito que había sido el causante de su desgracia. Cuando le increpó, aquel contestó tranquilo, tras dar un trago a su copa de resolí:

- A mí no me culpes. Yo no he ahorcao a tu burro.


Reflexionen y saquen conclusiones ustedes mismxs.

Comentarios

  1. Lo estaba leyendo y estaba viendo la imagen de nuestra sociedad

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  2. Debe ser que estoy dormida pero no lo pillo del todo xDDDD
    (insertar bandera blanca)
    Pero vamos imagino que tiene relación directa con los de arriba y como nos acaban tratando a los de abajo.

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    1. Es una historia abierta. Que cada uno saque la moraleja que uqiera ;P jaja

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  3. A veces me siento como ese burro con el trabajo, la familia, los amigos, siempre están exigiendo más y más de ti, atándote la soga al cuello.
    Y nosotros también somos un poco burros, dejamos que los demás hagan con nosotros lo que quieren sin rechistar; aguantamos y aguantamos todo lo que podemos hasta que llega un momento en el que ya no podemos más y es demasiado tarde, el daño ya está hecho. Y no me refiero necesariamente a un daño físico.
    Un cuento que invita a reflexionar.

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    1. Pues sí, a veces a lo mejor aguantamos más de lo que es sano. Pero como siempre se pide más de ti, nunca sabes si es que te exigen demasiado o es que tú eres demasiado floja. A mí me pasa....

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  4. Que bueno nena...Me ha llegado totalmente :).

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