Cuando no tienes el día...

Ya decía yo que la racha buenrollera y animosa me duraba demasiado. Y aún así, espero que el día de hoy solo sea un bache y que mañana, o pasado, me encuentre de nuevo animada y con ganas de hacer cosas porque si no la cosa se va a poner negra, negra de verdad.

Es casi imposible que a una no le den ataques de pesimismo visto lo visto, y no voy a mencionar ninguna circunstancia por no hacer sangre a quien lea, que cada uno tiene lo suyo, ¿verdad? La cosa es que visto lo visto la esperanza brilla por su ausencia y a mí me dan ganas de mandarlo todo a tomar por saco. Esa es la sensación que hoy me tiene poseída como un demonio: quiero mandar a tomar por saco el blog, la filosofía para legos, el repaso pre-oposiciones (me siento inútil, no hago más que pensar...¿cómo es posible que yo me haya sacado esta carrera?), el aprendizaje de idiomas y la madre que lo fundó.

No tengo ánimo para polemizar ni entrar en detalles, pero cada día tengo más claro que si quiero tener una vida con una calidad aceptable tendré que irme de este país, porque a este paso ni voy a tener médico, ni mis hipotéticos hijos, si es que llegan, educación, ni habrá trabajo, ni leches en vinagre. De verdad que es desesperante.

Tenía la idea de escribir algo así como que a lo largo de la historia ha habido momentos más complicados. Mis padres vivieron una dictadura, mis abuelos una guerra y una posguerra, a mí me toca una crisis que es mucho más que una crisis económica.  Ellos sobrevivieron e hicieron su vida, y yo tengo que sobrevivir y hacer la mía, de una manera o de otra.

Pero todo son trabas, la verdad. Todo son requisitos que tienes que esforzarte en cumplir, pero sin ninguna garantía de que vayas a conseguir lo que quieres. Espero que a lo largo de hoy no me pregunte nadie sobre el futuro a corto, medio, largo o infinito plazo, porque me echaré a llorar.  Me parece que a partir de ahora, cuando me hablen del futuro cambiaré de conversación.