El beso.

Una pareja toma una caña en una terraza. El calor de julio empieza a dar una tregua al ocultarse el sol pero, a pesar de todo, los clientes del bar prefieren quedarse dentro. Ellos están solos bajo el velador que cubre el mobiliario. Comienza a moverse algo de brisa. Ella eleva la barbilla y cierra los ojos, con gesto de placer. 

-Bueno -dice él-, entonces, ¿tenemos ya historia oficial o no?

-Siempre la hemos tenido -contesta ella-, otra cosa es que tú no quieras aceptarla. Pero que la hay, la hay. 

-O sea, que la versión buena es la tuya, ¿no? 

-Claro. ¿Cuál si no?

-La mía. 

Ella lo mira de medio lado y sonríe, pícara.

-¿Que no me besaste? Venga ya, niño, ¡que me pusiste la boca! ¡Que lo estabas deseando desde que giraste la esquina! 

-No te digo que no a eso último, pero yo no te besé. ¡Tú me conoces! ¡Si apenas podía respirar! ¿Cómo se me iba a ocurrir besarte? 

-Me besaste. Cuando me estaba deshaciendo del abrazo me encontré tus labios. 

-No -contesta él, muy serio-. Yo me encontré tus labios. 

Se miran y vuelven a fijar sus ojos en sus respectivas cervezas, serios, meditabundos. Cualquiera que los observase desde fuera no entendería por qué tanta solemnidad en aquel debate tan banal.

-Fue culpa tuya... -dice ella, entre dientes.

-¿Cómo?

-Que fue culpa tuya. Me robaste un beso.

-¡Lo que me faltaba! Ahora sí que sí. Hemos pasado de dudar quién besó a quién a decir que yo te robe un beso a ti. ¡Pero si estaba muerto de miedo! ¡Si creía que ibas a huir de mí en cuanto me vieses! ¿Cómo te iba a robar un beso? Anda, no digas más tonterías...

Ella se levanta de la mesa apartando la silla de un golpe. Parece ofendida.

-¡No es una tontería! ¡Nada de esto lo es! Y sí, me robaste un beso. Me lo robaste mucho antes de que nos viésemos, mucho antes de que estuviésemos cerca. Ese beso era tuyo desde la primera vez que me llamaste "mi niña", ¿te acuerdas? Tuyo desde la primera vez que me dijiste que me querías. ¿Por qué me dijiste que me querías antes de quererme? ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste colando por mis rendijas sin permiso y sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo? -Entonces parece calmarse un poco, respira hondo y continua- ¿Recuerdas que te avisaba? Te decía que te besaría, pero no porque yo tuviese la voluntad de besarte, sino porque no podía hacer otra cosa, ese beso ya era tuyo, así que tuve que besarte.

Él la mira como si hiciese mucho tiempo que no la veía, descubriéndola otra vez.

-Amor...

-¿Qué?

-Acabas de reconocer que me besaste.

Ella le lanza una mirada enfurecida. Está dispuesta a empezar a gritar, pero él no lo permite. Se levanta, la agarra fuerte por la cintura, la atrae hacia sí y la besa como si en ese beso tuviese que declararle todo lo que nunca le ha dicho.

-Y ahora -añade cuando se separan- te he besado yo. En paz.

Ella sonríe.

-El año que viene volvemos, ¿vale? -dice, aguantando todavía la sonrisa.

-Volveremos a discutir y lo sabes -advierte él.

-Pues discutiremos -responde ella-. Ya te dije que era muy de chinchar...

El le coge la mano y se la besa. Permanecen así, sin soltarse, mirando hacia aquella callejuela en la que él la besó por primera vez. ¿O fue ella? Bueno, diremos que se besaron y que sean ellos quiénes sigan intentando resolver ese problema.

Comentarios

  1. Siempre habrá "discusiones" de ese tipo... jeje
    Y que no deje de haberlas nunca

    Un beso, Bettie

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    Respuestas
    1. Hacen la vida entretenida, ¿no te parece? Y mejor estas que cualquier otras :P

      Besos!

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  2. Qué bonito discutir así :)
    ¡Un abrazo!

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    Respuestas
    1. Bueno, mejor no discutir, pero si hay que discutir, que sea así.

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